No hay peor cosa que la corrupción en democracia representativa. Ciertamente, los votantes en parte si y en otras no, tienen la culpa, porque muchas veces fueron engañados por diversas estrategias de marketing que apela al marketing, o la misma ignorancia. Ahora, cuando ya optan por el mal menor, bueno, eso exige una profunda reflexión moral y ética porque la negligencia no la tendría el político o ese partido elegido represtativa mente si no que la responsabilidad volvería a la ciudadanía que seria responsable si el o los representantes legítimamente elegidos por el pueblo o ciudadanos no cumplen con las promesas electorales.
¿Qué hacer, o cómo corregir lo que está mal, lo que flagela y desmorona la democracia?
Ciertamente no existe una fórmula mágica, la corrupción institucional es difícil de combatir y de probar. Muta muchas veces, pero para eso está la justicia, que sería la responsable de garantizar que estos flagelos no exista, pero cuando el poder extiende todos sus tentáculos y contamina la justicia, eso sí sería un problema, y más cuando el poder judicial recae sobre solo una persona o individuo y no exista la independencia de poderes.
La mejor solución para terminar con la corrupción institucional sería la educación política de los ciudadanos o la intervención de más ciudadanos en la palestra política, para generar esa rotación tan deseada, como librarse del engaño del marketing mediático o medios masivos, ciertamente con más cultura.
¿Qué es la Cultura?
Es decir buenos días en todo lados donde se va, al pagar decir gracias y cuando se le devuelve el cambio dar la propina y decir gracias nuevamente. Cultura es, si tener oportunidad de robar no hacerlo.
Si una sociedad tiene o logra ese estándar elevado de moral ética, sería una sociedad sana difícil de engañar.
Héctor Peyró